Esta frase, me trae a la memoria los años en que a los quintos o voluntarios, después de superar las revisiones médicas, nos declaraban aptos para cumplir el obligado servicio militar (la mili); una de las pruebas a que éramos sometidos, era medir la altura de cada uno, y los pocos que no alcanzaban la altura mínima exigida, los libraban de la mili por “no dar la talla”.
Afortunadamente, con la desaparición del servicio militar desde hace ya unos cuantos años, aquella expresión popular ha caído en desuso y ahora se utiliza para otros menesteres, y uno de ellos, de plena actualidad, sirve para “calificar” el comportamiento o actuación de los políticos, como en el caso nos ocupa.
Efectivamente, hoy puede decirse, con todos los respetos, que quienes están gestionando el complicado mundo de la alta gestión política, no dan la talla. Unos, no se ponen de acuerdo sobre como formar un gobierno, y los otros, se niegan a facilitar una administración presidida por un gobierno en minoría, es decir, estos insólitos protagonismos han sido desleales con los votantes y con el propio sistema que los mantiene.
Liderazgos débiles, inexperiencia, torpeza, ineficacia, arrogancia y, ¿por qué no?: ambiciones personales muy alejadas de las demandas de la ciudadanía. Para todos ellos, el interés personal y el de su partido, está por encima del interés general. No vamos bien. La decepción, el desencanto e incluso la irritación ciudadana, está en la calle, ante el lamentable y estrepitoso fracaso de las negociaciones por conformar gobierno; se ha roto la buena forma de hacer política después de cinco meses de escaramuzas, e inactividad práctica del gobierno en funciones, Congreso de los Diputados y Senado. Esta parálisis nos esta llevando a un túnel con pocas salidas, que no augura nada bueno para el país.
La convocatoria de nuevas elecciones generales ya es un hecho, y el 10 de noviembre tendremos otra oportunidad de hacer uso del derecho supremo e intransferible de votar, con todas las garantías constitucionales que nos ampara el sufragio universal, libre y secreto, pero, sin perder de vista, que todo el complejo engranaje que lleva aparejada la votación, supondrá una prolongación de la inactividad política, hasta que del resultado de estos nuevos comicios, (cuartas elecciones en cuatro años) pueda formarse gobierno, lo cual, a día de hoy, está poco claro. ¿Y quién sale perdiendo en esta lucha de incompetentes? Sin duda, la población en su conjunto y en particular, la más desfavorecida.
La fragmentación y el inmovilismo de los partidos e inmadurez de sus líderes, nos han traído un grave estancamiento de la política que supone un frenazo al crecimiento e impide o restringe acciones o posibilidades urgentes de gobierno, que la sociedad demanda y espera confiada alcanzar, en cualquiera de sus grandes o pequeñas facetas: social, económica, cultural, educativa, investigadora, etc…, que están siendo maltratadas desde los poderes públicos, lo cual desafortunadamente, nos lleva a calificar a sus directivos como escasamente aptos para representarnos dignamente en la labor de gobierno y oposición para la que los ciudadanos les hemos confiado o, lo que es lo mismo NO ESTAN DANDO LA TALLA. Al menos, que pidan humildemente perdón.
Joaquin Tejera
Artículo publicado previamente en La Voz del Bajo Cinca.